LOS OLVIDADOS - EL BOINA ROJA

Semanario literario e intelectual

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01 mayo, 2023

LOS OLVIDADOS

 ---LOS OLVIDADOS---



Escena I

LOS OLVIDADOS


Verano de 1929 a las orillas del río Mosa, han pasado más de diez largos años desde la firma de la paz de la Gran Guerra, y nada ha cambiado. Muchas vidas cayeron, para nada; muchos quedaron desmembrados, para nada; muchos todo ahorro o posesión perdieron, para nada. Y pese a todo, ya nadie lo recuerda, como tampoco a los caídos en la contienda. ¿Qué pasaría si pudieran volver estos? Su voz sería un grito al unísono, un canto al despertar de su pueblo: fraude, engaño, traición, burla, mofa, crimen... Al angustioso calor del día, se empiezan a oír junto al Mosa el tarareo de una vieja canción acompañada con el resonar de las botas de los cantores. Pronto, de entre la tierra se alzan hombres uniformados, desde los dieciséis hasta pasados los sesenta y muchos años, con rostros desfigurados, sin algunos miembros o partes del cuerpo, y con mirada pétrea, perdida y sin esperanza. Son padres, hijos, abuelos y nietos, son los caídos en la guerra, los grandes olvidados.


LOS OLVIDADOS MARRONES: (Comienzan a tararear al unísono, como si fueran tan solo una voz).

–Por la noche el hambre yergue rígido nuestro sueño,

por el día los disparos brotan desde el borde del bosque.

La miseria sigue el ritmo de las columnas,

y en la escarcha y la niebla, los lobos nos siguen.

El águila sagrada de Alemania sigue volando,

madre, nuestra sangre te pertenece solo a ti,

pese a que el ejército enemigo nos cace,

nuestro estandarte seguirá con fuerza en pie.

***

Por desgracia, todo el poderoso orgullo se ha ido,

no hay campanas que suenen a través de la noche oscura.

¡Los pasos de los vigilantes! ¡No más libertad!

Tras las alambras de púas, un ejército cansado enmudece,

al cantar esta vieja canción,

atrayendo la melancolía y la nostalgia del corazón,

salvaje y desafiante suena de nuevo,

el viejo deseo yace en el olvido.

***

Y como un ejército, que no tiene hogar,

ahora nos movemos, desamparados, de lugar en lugar.

Nadie viene a escuchar nuestra canción.

La marcha continúa, mansa y sin sentido sobre nosotros,

¡Patria, Patria! Tararean los coros,

mil veces, tu imagen reaparece,

toca la campana de nuestros tenores,

los bajos del órgano retumban apagados y salvajes.

***

El águila sagrada de Alemania sigue volando,

madre, nuestra sangre te pertenece solo a ti,

pese a que el ejército enemigo nos cace,

nuestro estandarte seguirá con fuerza en pie.


A su lamento, pronto otros hombres de las mismas condiciones, pero uniformados con harapos que una vez fueron azul celestes, se les unen.


LOS OLVIDADOS AZULES: (Comienzan a entonar muy mediocremente los cantos de antaño).

–Un águila negra sobrevoló la villa,

ella juró salir victoriosa.

Por todos lados, los cuervos se arrastran,

en los surcos y en los caminos huecos.

***

Pero de repente el gallo galo cantó:

cocoguicó, levantaos pequeños soldados.

El sol brilla, el cañón truena por todas partes,

joven héroe, este es el gran combate.

***

Y Verdún, la victoriosa,

lanzó un grito que llevó por allá,

los ecos de los muertos del Mosa:

¡Alto ahí! ¡No pasarán!

No más soberbia, no más arrogancia,

huid bárbaros y lacayos,

que esta es la puerta de Francia,

y no pasaréis, jamás.

***

Los enemigos avanzan con furia,

como la ola de un inmenso océano,

sembrando la muerte en todo su camino,

ebrios de ruido, carnicería y sangre.

***

Estaban a punto de pasar, cuando levantando la cabeza,

un oficial en un supremo esfuerzo,

y aunque moribundo, gritó: ¡A las bayonetas!

¡Coraje muchachos! ¡Levántense! ¡Levántense muertos!

***

Y Verdún, la victoriosa,

lanzó un grito que llevó por allá,

los ecos de los muertos del Mosa:

¡Alto ahí! ¡No pasarán!

No más soberbia, no más arrogancia,

huid bárbaros y lacayos,

que esta es la puerta de Francia,

y no pasaréis, jamás.

***

Pero nuestros hijos con un ímpetu sublime,

se levantaron, y pronto el águila negra,

con rabia en su corazón, impotente en su crimen,

vio desaparecer su esperanza suprema.

***

Los viles cuervos, ante el alma francesa,

caen ensangrentados, en su última lucha.

Mientras cantamos la Marsellesa,

¡Los asesinos huyeron ante los soldados!

***

Y Verdún, la victoriosa,

lanzó un grito que llevó por allá,

los ecos de los muertos del Mosa:

¡Alto ahí! ¡No pasarán!

No más soberbia, no más arrogancia,

huid bárbaros y lacayos,

que esta es la puerta de Francia,

y no pasaréis, jamás.


LOS OLVIDADOS: (Los unos se ayudan a los otros a erigirse y a darse poco, pero algo de afecto. Después, comienzan una larga marcha junto al río Mosa al son de sus reproches).


Escena II

PARLAMENTARIOS FRANCESES


En pleno conocimiento de lo peligroso que suponía el dejar sueltos por Francia a todos esos Olvidados, por lo que podrían llegar a suponer para la población, que no a la población, los políticos fueron a dar con una solución. Siendo esta muy pronto configurada en la Asamblea Nacional.


EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FRANCESA:

–¡Señorías! Debemos de ponerle fin a esos indeseables a toda costa (Gesticulando frenéticamente frente al estrado), o el pueblo hará la revolución contra nosotros, y no precisamente a causa del comunismo. Es por eso, que no veo ninguna otra opción que no sea la purga de esos (Hace una pausa para buscar el calificativo más correcto), esos seres.


EL CABEZA DE LA OPOSICIÓN:

–¡Es inaudito! ¿Cómo vamos a hacerle eso a quienes murieron por Francia? (Levantándose de su asiento). ¿Acaso no somos más que sucios y cobardes perros sarnosos?


EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FRANCESA:

–Usted dirá, o remediamos con la mayor brevedad y discreción este asunto, o se hará público y ni usted ni yo podremos seguir legislando como hasta el momento llevamos haciendo. Además, esas criaturas si existe Dios, no deben de provenir de ningún otro lugar que no sea el corazón del averno, ¿O acaso desconoce su aspecto? Son nauseabundos, el vivo aspecto de una guerra que solo ha servido para hacer a unos tremendamente ricos y otros tremendamente pobres, ¿Cómo cree que reaccionaría la población al verlos? Ya se lo digo yo: no se asustarían, es más muchos de los hombres y mujeres de nuestra sociedad empatizarían con ellos, ¿Quién no ha perdido a alguien en la guerra? (Comenzando ahora a dirigirse a toda la asamblea) Señorías, sería el fin de esta asamblea, de todo lo que representa, de Francia, y lo que es más importante, de todos los aquí presentes. Por lo que no hay más soluciones posibles. Votemos pues. (Toma un vaso con agua y bebe).


EL CABEZA DE LA OPOSICIÓN: (Se sienta en silencio al comprender la situación).


Una hora y media después, y con el apoyo unánime del Parlamento, quedaba aprobada la medida del Presidente de la República. Como él había explicado en su intervención, era matar o morir, y al fin y al cabo sus rivales ya estaban muertos.


Escena III

LOS OLVIDADOS Y LAS FUERZAS DEL ORDEN


Dos días fue el tiempo que tardaron en preparar muy discretamente un contingente de tropas de la reserva, que en muy poco tiempo ya se estaban dirigiendo rumbo al Mosa. Una vez con los Olvidados frente a ellos, bajaron las tropas de los convoyes y observaron enmudecidos a los insurgentes, a quienes se les había encomendado urgentemente erradicar. Estos no eran otros que quienes muchos lo habían dado todo por la Francia, el resto por la Alemania. En algunos incluso se podían todavía ver en los botones o en sus chapas de identificación la insignia RF, República Francesa, y no eran pocos los que poseían cuantiosos galones. En pocos minutos, se habían congregado frente a los soldados, una marea sin fin visible de Olvidados. Estos, parados a treinta metros, jadeaban y miraban a sus iguales sintientes, quietos y sin temor a nada, sin remordimiento a nada. Los soldados no iban a disparar a sus hermanos, respiraran todavía o no.


EL OFICIAL MÁS LAUREADO:

–¿Qué diablos quieren que hagamos con estos hombres? ¡Podríamos haber sido nosotros mismos! Yo serví aquí, en el Mosa, durante la Batalla de Verdún. (Masculla con las manos sobre la frente y sudando).


EL OFICIAL: (Indeciso tras un largo tiempo, y perturbado tras contemplar de cerca a los Olvidaos, se para frente a sus hombres encima de un furgón).

–Muchachos, volvemos a París. Creo que nos deben una buena explicación (Haciendo tras ello una larga pausa). Y si no nos la dan, bueno, tendremos que hacernos oír de otras formas (Sacando su pistola de su funda y cargándola).

Tras un corto periodo de tiempo, empacaron de nuevo todos los pocos trastos que habían por tiempo llegado a sacar, y marcharon rumbo a la capital, rumbo la Asamblea Nacional. Quedándose de nuevo en silencio las animas de la Antigua Guerra. La actitud tan impulsiva y agresiva del oficial no era la única, ya que daba igual la edad del soldado, quien mirara de cerca a los ojos de los Olvidados, volvería a recordar y a darse cuenta del fraude liberal en el que vivían.


Escena IV

PARLAMENTARIOS FRANCESES, LAS FUERZAS DEL ORDEN Y EL CUARTO BATALLÓN DE PARÍS


Pasado el mediodía, los camiones mandados al Mosa para acabar con los Olvidados habían rodeado la Asamblea Nacional, y de ellos comenzaban a bajar a toda prisa los soldados armados. En los alrededores, la gente había empezado a rumorear sobre lo que podía estar aconteciendo allí, que si un intento de asesinato a varios diputados, que si era solo una nueva maniobra... Pero la realidad era mucho más seria. Se oyen ráfagas de disparos por las diferentes salas del Parlamento.


EL OFICIAL: (Dando una patada a la puerta de la Asamblea en plena sesión, y empuñando una pistola cargada en su mano derecha. Detrás de él, entran infinidad de militares, que de igual forma van armados).

–¡Quieto todo el mundo! ¡Más vale que nos den una buena explicación sobre nuestra actividad en el Río Mosa, y que esta nos convenza! (Haciendo una seña a un recluta para que coloque sobre la tribuna de la cámara una ametralladora, a tiro de la mayoría de los diputados).


EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FRANCESA: (Con osadía y gallardía, levantándose de su escaño).

–¿Pero quién es usted? ¿Cómo se atreve un oficialucho borracho a entrar con estas formas en la Asamblea? Le esperará el fusilamiento o la soga. (Dirigiéndose ahora al resto de militares) ¿Y vosotros? Sois soldados y recibís órdenes, y acabar con esos indeseables es vuestro deber.


EL OFICIAL: (Disparando una vez al techo)

–Respuesta incorrecta. Le exigimos que nos dé explicaciones, no que nos insulte y nos trate como a imbéciles e idiotas.


De repente, comienza a formarse un griterío al son de nuevas ráfagas de disparos por todo el Parlamento. Esto se debe a la llegada del Cuarto Batallón de París a la zona, alertados por los ruidos de los fusiles y el desplazamiento de tropas no identificadas al lugar. Sin hacer preguntas y debido a su superioridad numérica, no tardan demasiado en ir acabando con cada uno de los insurgentes, hasta herir de muerte al honorable oficial, antes de que pudiese ordenar la puesta en marcha de la ametralladora. En menos de una hora, volvía a hallarse en perpetuo silencio la Asamblea Nacional.


EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FRANCESA: (Pensando en voz alta tras el susto).

–Debo de acabar con esto yo mismo.


Escena V

EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FRANCESA, EL CUARTO BATALLÓN DE PARÍS Y LOS OLVIDADOS


Aprovechando la rápida reacción de la Cuarta de París y su discreción en la Asamblea Nacional, fue esta mandada rumbo al Mosa, junto a más de cien comisarios políticos para zanjar el peliagudo asunto de una vez por todas. Mientras tanto a la población civil le dijeron que lo sucedido en el parlamento había sido un fallido golpe de estado de militares influenciados por Moscú, un fraude más un fraude menos poco importaba. Así nuevamente en dos días y algo más, lograron dar con la turba de Olvidados, ya casi en la frontera con Bélgica. Los soldados volvían a sentirse igual que los anteriores en su función, pero esta vez las amenazas del fusilamiento de los sin escrúpulos de los comisarios políticos, provocaron el efecto esperado. En poco tiempo ya habían colocado varios nidos de ametralladoras frente a los Olvidados y se preparaban para descargar todas sus balas. No obstante, al ver por tanto tiempo a los Olvidados y la injusticia que contra ellos se iba a cometer, muchos soldados, los más jóvenes y más viejos, no lo soportaron y empezaron a suicidarse con sus propias armas.

COMISARIO POLÍTICO: (Mientras sostiene un sable en la mano indicando la dirección a disparar).

–¡Fuego!


Comenzó así la ricia contra los Olvidados. Estos al principio quisieron responder, pero con fusiles de madera carcomidos y podridos, y con balas mohosas, oxidadas y húmedas, poco podían hacer. Resignándose casi en el mismo instante


LOS OLVIDADOS: (Quietos a espera de que los atraviesen las balas, los que pueden se dan las manos los unos a los otros, pero todo comienzan a entonar una nueva canción).

–Yo tenía un camarada,

otro igual no encontraré,

el tambor llamaba a la batalla,

el caminaba a mi lado,

siguiendo mi mismo paso,

siguiendo mi mismo paso.

***

Una bala vino volando,

¿Es para mí o para ti?

Se lo llevo por delante,

yace ahora a mis pies,

como si fuese parte de mí,

como si fuese parte de mí.

***

Quiere alcanzarme su mano,

mientras estoy recargando,

no te puedo dar la mano,

¡Descansa en la vida eterna!

¡Mi buen camarada!

¡Mi buen camarada!


Al poco tiempo ya no se veían Olvidados, todos habían sido disparados y casi al instante convertidos en montones de hueso. Pero aún quedaba alguno que otro, como un Olvidado que sin piernas se arrastraba y miraba impotente al Presidente de la República, quien apoyado en un furgón se estaba fumando un cigarrillo al son de los disparos.


EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FRANCESA: (Sin soltar su cigarro y consumido por horror y el pánico de ver a un Olvidado, aplasta su cráneo con sus botas hasta que no hay más que huesos bajo estas).


Escena VI

LA BLUET


Se dice que tardaron más de medio mes en retirar tantos huesos del campo, para una vez con todos recogidos molerlos. Así fue como para el año siguiente en todo el país habría tan buen abono para el campo, del cual brotarían infinidades de flores Bluet. Estas todavía hoy siguen vivas y rebrotando en los campos, pudiendo escuchar salir de ellas si ponemos empeño una tenue melodía:


LA BLUET: (Casi en susurros)

–Donde todos los caminos terminan,

nuestro camino no termina,

a donde quiera que vayamos,

el tiempo sigue su curso.

El corazón arde,

desterrado en el dolor,

deambulando perdidos,

en esta tierra gris de nadie.

En nuestros padres, madres y hermanas,

es todo en lo que podemos pensar.

***

A los jóvenes se nos permitió probar,

la mano suplicante de la muerte,

todo fue quemado,

en mis manos solo queda arena.

Mis ojos parpadean cansados,

los horrores de la guerra.

Voy de un lado a otro,

pensando en los cadáveres,

que hace tan poco a esta misma hora,

vivíamos y sonreíamos.

***

¿Quién sabe cuanto tiempo

seguirá brillando el sol?

Estamos perdidos,

Estamos perdidos,

Estamos perdidos,

Estamos perdidos.

Juan José Fernández Doctor

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